Así se preparó el encuentro entre ETA y los verificadores

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Egoitz y José Carlos, la actual cúpula de ETA, han citado a las 11.30 de la mañana en la puerta de Buckingham Palace a dos miembros de la Comisión Internacional de Verificación, organismo independiente encargado de constatar la efectividad del alto el fuego y desarme de la banda. Luego se desplazarán a un hotel en el que escenificarán la entrega de armas. Hace una mañana soleada en Londres, cosa poco habitual que hace que el número de curiosos que se agolpan a las puertas del Palacio para ver el famoso cambio de guardia sea aún mayor de lo habitual.

-Me cago en la hostia, Egoitz, el puto cambio de guardia. Te lo dije. ¿No podías haberles dicho que los recogíamos en una cafetería? ¿Tenía que ser en la puta puerta de la casa de la Reina de Inglaterra? Y a hora punta, me cago en dios, que verás luego para pillar un taxi hasta el hotel. ¿Tú sabías que esto se hacía a las 11.30, a qué sí? Te estaba viendo las intenciones desde la semana pasada, pero pensé no será tan gilipollas.

– Mira, José Carlos, no me quiero poner a discutir ahora, pero llevamos en Londres ya 6 meses de clandestinidad; siempre te digo que vengamos a verlo, que me han dicho que es un espectáculo que merece la pena, un Must See, y tú nunca quieres. Si por ti fuera, estarías todo el santo día metido en el piso viendo vídeos del Athletic en Youtube. Y no puede ser, José Carlos. Hay que salir más. Con la cantidad de actividad cultural que tiene esta ciudad es un atentado no ir al teatro, a conciertos, al cine… Que tú sabes que yo soy un tío inquieto. Que el año pasado estuve en el Guggenheim nueve veces. Que ya me conocía la señora de la taquilla, que a mí Bilbao se me estaba quedando pequeño, José Carlos…

– Mira, cállate ya, que me estás poniendo la cabeza como un bombo, Egoitz. Y estate atento, que con tanto turista va a ser imposible ver a estos tíos.

– Por las fotos que nos mandaron, uno es un negro rapado con gafas y el otro un viejo gordito con pinta de presidente de equipo de fútbol de segunda.

– Lo sé, hostia. Si las vimos juntos…

– Ah, no sé, como tú estabas viendo los goles de Etxeberría de la 2002/2003 cuando recibimos las fotos, pensé que no les habrías prestando atención…

– Qué pesado eres. Qué ganas de volver a Bilbao y perderte de vista. Y que sepas que van a pensar que somos gilipollas por haberlos citado aquí, en un sitio de turistas. Vamos a parecer unos paletos. Y encima tú, con la puta sudadera de John Lennon y Yoko Ono.

– Dos pounds me costó en el mercadillo de Camden. Te dije que vinieras, que había gangas.

– Que me suda la polla cuánto te costara, Egoitz, cojones. Que tú y yo somos la puta cúpula de ETA ahora mismo. Que no podemos llegar de esta forma a una reunión con verificadores internacionales, coño. Que una imagen de seriedad es importante. Y una sudadera morada de John Lennon metido en la cama con la china ésa no es una imagen seria.

– Pues dicen que John Lennon financiaba al IRA. Eso lo sabe todo el mundo. Ya verás cómo los verificadores pillan el guiño. Muchas veces los del ala dura de la banda estáis tan obsesionados con lo de la imagen seria, que no os dais cuenta de que estamos ya en 2.014. No eres tú más etarra que yo por ir de gabardina y zapatos a las reuniones internacionales, que lo sepas.

– Cállate un poco, por favor te lo pido, que me estás poniendo de los nervios.

– No, es que me hierve la sangre con este tema de la imagen, José Carlos. Que la gente usa filtros de instagram desde hace años para hacer público lo que desayuna; y nosotros para hacer público un alto el fuego, que es bastante más importante que unas tostadas de mermelada con zumo de piña, seguimos ahí, erre que erre con la cámara fija, la capucha y el mismo logo que hace 40 años. Que no hacemos ni un mal giro de cámara. Que hasta el Rey lo hace. Que es desesperante, José Carlos. Es un atentado al gusto. Y os lo llevo diciendo desde que entré. Que vale, que es el sobrino de un histórico de ETA y que estudió diseño gráfico por la privada, y que la universidad ésa tiene mucho nivel, y todo lo que tú quieras, pero que como diseñador el tío ese, es muy malo, José Carlos, es muy malo. Lo cojas por donde lo cojas. Muchos años hemos durado para tener la imagen corporativa que hemos tenido, de verdad te lo digo. Y otra cosa…

– Mira, Egoitz, o te callas de una puta vez o te juro que te pego un tiro en la pierna aquí mismo, en mitad de todo el mundo y la liamos.

– Qué sincronización tiene la guardia ¿eh? Hasta los caballos se mueven igual. Qué cosa más elegante. Te dije que merecía la pena venir a ver esto. Y qué buena la música…

– Qué ganas de volver a Bilbao, me cago en dios- suspira José Carlos.

– Mira, allí- Egoitz señala hacia un punto de la multitud, que observa y graba con sus móviles la ceremonia del cambio de guardia. Entre el gentío, el señor negro rapado y con gafas, y el señor mayor blanco, con pinta de presidente de equipo de fútbol que salían en la foto.

– Sí, son esos.  ¿Llevas las pistolas de plástico, la cámara y las capuchas dentro del maletín, no?- pregunta José Carlos mientras inicia su camino hacia los verificadores, abriéndose paso entre la multitud mientras agarra a Egoitz del brazo para no separarse.

– Sí, y un póster que le compré en Camden al mismo tío de la sudadera. Precioso. Para decorar la escena de la entrega de armas. Ahora compramos fixo antes de subir al hotel y lo colocamos. Ya está bien de hacha y serpiente.

– ¿Un póster de qué?

– Un pintor catalán, creo que es. Pablo Miró. Un dibujo como muy abstracto, ¿sabes?

– Estas cosas no les hacen gracia a los de las cárceles. Y menos gracia le va a hacer al sobrino del histórico. Que sepas que le estás pisando su trabajo. Y eso está muy feo, Egoitz.

– Open your mind, José Carlos.

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